Hace una semana, en pleno toque de queda y cuando ya había comenzado la cuarentena total en el Gran Santiago, dos hermanos de 17 y 19 años fueron acribillados al interior de un auto que quedó abandonado en medio de la Población Los Nogales, en La Pintana. La violencia ha estado lejos de disminuir en medio de la crisis sanitaria. Al contrario, el crimen se ha intensificado en zonas donde el virus del narcotráfico tiene su propia corona.
Hasta cuatro cuadras a la redonda se escuchó la ráfaga de balas que interrumpió la calma de la Población Los Nogales, en La Pintana, esa noche del viernes 15 de mayo. Hacía pocos minutos había comenzado el toque de queda y la cuarentena total en el Gran Santiago. El contingente policial había salido a las calles de la capital para fiscalizar las restricciones impuestas por el gobierno para frenar el aumento de contagios de Covid-19. Sin embargo, en la intersección de las calles Venancia Leiva y Granaderos no había nadie, ni policías ni nada. A esa hora, un Kia Morning negro, con las luces de estacionamiento aún parpadeantes, estaba detenido en el cruce. De lejos, recuerdan testigos, se escuchaba una canción que emergía desde dentro del vehículo.
“Trap Capos, hijueputa
Aquí si tú no eres capo, no puedes cantar, cabrón
Hoy tú te vas a morir
Hoy yo quiero mis chavos
Hoy tú te vas a morir
Saca el palo del clavo”.
La letra era de una reciente colaboración que hizo el trapero puertorriqueño Jon Z con el reggaetonero Noriel en la canción Te vas a morir. Jon Z era el ídolo de J.A.O.G., de 19 años, quien a esa hora yacía muerto en el asiento del conductor. Tenía ocho balas incrustadas en su cuerpo. Encima de él estaba su hermano menor, B.I.O.G., de 17 años, quien iba de copiloto y que también acababa de perder la vida.
Pasaron solo unos minutos del estruendo causado por las balas cuando vecinos del sector se agolparon al vehículo. De eso quedó un registro audiovisual que hoy circula en la población. Con una calma que llama la atención, la mujer que grabó lo ocurrido describe la cruel escena delante de sus ojos. Mostrando los cuerpos de J. y B. se pregunta: “¿Quiénes serán? ¿No hay niños?”. Otra dice “los mataron, están muertos los dos, los reventaron”, mientras un menor de edad asoma la cabeza al interior del auto. Adentro solo se escucha la vibración de un celular. Una de las víctimas tenía una llamada entrante.
Desde que la pandemia del coronavirus obligó a decretar estado de emergencia en el país -con los correspondientes toques de queda y posteriores cuarentenas-, en el sector sur de la capital se han registrado 16 homicidios catalogados como ajustes de cuentas. Es decir, desde que comenzaron las restricciones sanitarias, una persona ha sido acribillada ahí cada 72 horas en acciones ligadas al narcotráfico. ¿Qué diferencia estas conductas del resto de los asesinatos que se cometen en la capital? Principalmente, dicen los expertos, el poder de fuego utilizado en contra de las víctimas, la inexistencia de un enfrentamiento previo que justifique el homicidio y el silencio de los testigos de los hechos, quienes se niegan a colaborar.
Para el fiscal regional metropolitano de la Zona Sur, Héctor Barros, la mayor presencia de policías y militares, además de las restricciones horarias y de tránsito, han tensionado el ambiente en el que se desenvuelven los traficantes, lo que redunda en un incremento de las peleas territoriales e incluso con su propio entorno.
“La situación del país afecta a quienes se dedican a estos negocios ilícitos. Acostumbrados a contar con espacios para poder mover la droga que venden, el que haya mayor vigilancia es algo que los perturba y los ha hecho tener que cambiar su forma de comercializar estas sustancias. Esto ha generado una tensión mayor en el ambiente y es por eso que nos hemos topado con varios casos de ajustes de cuentas en que se denota una mayor violencia que podría explicarse por riñas territoriales entre bandas, todo desatado por este período de crisis que vive el país y, en especial, la Región Metropolitana con las cuarentenas”, explica el investigador.
En 64 días, los actos más violentos se han registrado en la comuna de La Pintana, que lidera el trágico ranking con ocho homicidios por ajustes de cuentas. Lo siguen las comunas de El Bosque (4), La Granja (2) y Puente Alto (1).
Barros explica que hay que entender al narco como un sujeto inserto en su comunidad de base. Sus vecinos lo han visto crecer y, con ello, también a su negocio. “No es nuevo el que un narcotraficante ayude a su comunidad, ya sea con alimentos, compras de sillas de ruedas, e incluso ofreciendo trabajos en la cadena del tráfico, con el propósito de que no lo delaten. Eso se intensificará aún más ahora, cuando a la crisis sanitaria se suma también una económica”, explica el fiscal Barros.